domingo, 12 de octubre de 2008

De mi diario a la poesía

Yo tenía un diario en el que escribía cada noche. Todavía lo conservo, es una libreta cuadriculada, de pasta azul y letra atolondrada. Me viene ahora a la memoria ese cuaderno, mientras escribo en mi bitácora, evolución desproporcionada de aquellas hojas adolescentes.

Mi diario no era un diario normal, no se limitaba a relatar mis experiencias, sino que las reescribía y reinventaba. Era un diario anovelado, mi personaje vivía en una isla solitaria y cada suceso que me acontecía diariamente, tenía su traducción en mi isla: aprobar tal asignatura era superar una montaña, un despecho amoroso era morir de hambre, una discusión una tormenta… con nadie hablaba, sus soliloquios eran mi filosofía.

Lo que más me sorprende de aquello, fue que cada vez mis anotaciones en el diario iban siendo más poéticas, sin yo pretenderlo. En mi adolescencia nunca leí poesía, más allá de las obligadas por mis profesores de literatura, casi siempre a destiempo, casi siempre de mala gana, tratando de encontrar en ellas las asonancias, la sílaba exacta, la rima perfecta, pero olvidando el mensaje. ¡Cuántas frustraciones literarias se han fomentados desde las aulas, obligando a leer libros inadecuados para la edad del lector!

Pero esa es otra discusión. Lo que quiero decir es que me encontré con la poesía, antes de que ella se encontrara conmigo. Recuerdo, como si fuera hoy, a uno de mis mejores amigos, tendríamos poco más de dieciocho años, y estábamos sentados en una de las escaleras de la Plaza Mayor de Cáceres, todavía no se había instaurado el botellón como lugar de encuentro y borrachera, pero aquellas escaleras siempre han invitado a la conversación. En un momento de la charla él me miró y me dijo: “Tanto dolor se agolpa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento”. Aquellos versos se adentraron en mí de tal forma que ya nunca más volví a ser el mismo.

Al día siguiente me acerqué a la biblioteca y de la mano de Miguel Hernández aprendí a leer y a entender la poesía. Fue como la llave que me abrió un sendero al que yo tendía inconscientemente. Luego vinieron otros, Bécquer, Machado, Alberti, Lorca, Rosales, Cernuda, Neruda, Darío, Hierro, Ángel González… pasé a ser un lector casi compulsivo de versos. Juró que me palpitaba el corazón con fuerza cuando me acercaba a las secciones de poesía de la librería o la biblioteca, que aquellos libros fueron el soporte sentimental de mis tristezas, que sus autores forman desde entonces parte de mí y que siento que me acompañan cada vez que escribo un verso o redacto una nota.

El destino quiso que años después, al inaugurase la Sala Miguel Hernández del Complejo Cultural San Francisco, fuera invitado a dar una conferencia sobre la vida y obra de aquel poeta alicantino.

Tantas horas les dediqué, que cuando pienso en ellos lo hago como el que recuerda a un amigo, a un compañero del ama que todavía revolotea alrededor de las aladas almas de las rosas.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi buen amigo. Según Cicerón, toda disciplina, y entre ellas la poesía, consta de tres elementos: "natura, ars et exercitatio".
Natura, sin duda, hay en ti la base genética para un gran poeta: sensibilidad y curiosidad constante, que se superponen a la base que te ha dado la lectura de grandes poetas.
Ars, la tomaste por lo que veo del gran Miguel Hernández.
Exercitatio, desde tu diario hasta este blog, pasando por el ejercicio constante de la redacción y la composición, algo que se aprecia, sin lugar a duda, en la cadencia y claridad de tu prosa.
En fin, tienes las tres cualidades necesarias para desarrollar plenamente la disciplina de la poesía. Ánimo y adelante.
Un abrazo
J.J.M.R.

P.D.:espero leer pronto algo de tu obra.

jaralunas dijo...

Gracias Juanjo, también a mi me gustaría ver renacer tu vitácora, perdida vete tú a saber dónde. Creo que tienes muchas cosas que contar y que las sabes contar bien. Anímate.

Mi relación actual con la poesía es la de aquel que amo mucho a una mujer y que, por ahora, se contenta sólo con pasear de la mano con ella.

Un abrazo.