miércoles, 5 de noviembre de 2008

Yes, we can


Hoy nos hemos desayunado con la buena noticia de que Barack Obama ha ganado las elecciones en Estados Unidos, confieso que ya hace tiempo que había perdido mi confianza en las buenas gentes de aquel país, pero el legado de Bush ha sido tan lamentable que resultaba casi impensable otro resultado.

Mis simpatías hacia Obama. Está claro que él encarna mejor que nadie la posibilidad de un cambio en la forma de actuar de Estados Unidos, y ese cambio sólo puede ser para mejor. Hoy, mientras iba a trabajar, tenía la sensación de que, ahora sí, habíamos entrado en el siglo XXI.

Llevo oyendo desde hace algunas semanas a varios analistas políticos y económicos que habíamos llegado al fin de un ciclo, y de la necesidad de reformar (algunos dicen refundar) las bases del capitalismo. Estoy a favor, es más, para mí no sólo es necesario refundar el capitalismo, sino que también sería magnífico si se pudiera refundar el socialismo, y refundar la democracia y la forma de hacer política. Basta ya de que se use a los votantes como mercancía que se maneja y usa cada cuatro años, necesitamos pensar en políticos que crean en el ser humano, que apuesten por el progreso de la sociedad y no por el progreso propio y la destrucción del adversario.

He tenido oportunidad a lo largo de mi vida de hablar con muchos políticos (de acuerdo, la mayoría de ellos políticos de tercera) como para tener una imagen clara de ellos: la mayoría son los supervivientes de guerras intestinas, de navajazos explícitos entre supuestos compañeros hasta ocupar el puesto que ocupaban, para, una vez allí, intentar perpetuarse a toda cosa. Los más hábiles se adueñan de discursos grandilocuentes y vacíos, cargados de frases hechas, de palabras rimbombantes, de vaguedades. Conseguido el escaño, el trabajo consiste en votar lo que tu grupo proponga y oponerte por sistema a lo que surja de los otros grupos, en caso contrario corres el riesgo de ser expulsado y acusado del peor de los pecados, que no es el de no servir a los intereses de los ciudadanos, sino el de no servir a los intereses de tu partido. El resultado final poco o nada tiene que ver con las promesas realizadas a sus votantes, pero eso parece que a nadie le importa. Unan a ello que el poder les engancha, les hace ser admirados, envidiados e incluso temidos, que el poder a menudo corrompe, y que una vez que se prueba es muy difícil desengancharse. Mis políticos de tercera a menudo vivían de la política, o su vida profesional era mucho más simple y vacía como para arriesgarse a pasar el invierno lejos del calor del escaño. Como consuelo y justificación se nos llena la boca con la palabra “democracia”, que es la panacea en la que navegamos todos, pero mi opinión es que en esas condiciones para poco vale.

Yo tengo muy claro cuales son mis orígenes y cual es mi ideología, lo que tengo más difícil es saber quiénes, actualmente, representan esas ideas. Curiosamente, si hecho la vista atrás, la persona a quien he escuchado un discurso más comprometido, más ambicioso socialmente hablando, no ha sido a un concejal, ni a un diputado, ni a un consejero, sino a un cura. Es cierto que yo no soy especialmente religioso, pero con motivo del bautizo de mi hija, me acerqué a una parroquia de esas que están en manos de curas distintos (yo los asocio a los teólogos de la liberación que tanto abundaron en Sudamérica hace unos años, aunque supongo que a ellos tal asociación no les haría gracia). Allí hablaban de igualdad, de solidaridad, criticaban el consumismo. la superficialidad, la hipocresía… pero lo hacían desde su ejemplo y su compromiso diario, y de esa forma era fácil creerles. En ocasiones me daban a entender la sensación de que el cristianismo como ellos lo practicaban (tan alejados de la moral y el lujo que se irradia desde el Vaticano) era una magnífica excusa para cambiar el mundo.

Cambiar el mundo.

Mientras llega ese día, prometo dejar junto al puñado de esperanzas que deposité en Lula, otro cuarto y mitad que depositaré sonriente, en la figura de Obama. Que es tiempo de vivir y de soñar y de creer que tiene que llover a cántaros.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi buen amigo. Llega "el pesado" de las retrospectivas, me amparo en la llamada deformación profesional.

Los "yankees" se hacen llamar los "padres de la democracia". Cuan equivocados andan, pobres ellos. Los verdaderos padres de la democracia fueron los griegos, y una pequeña confesión, ellos fueron los únicos verdaderamente conscientes de los límites y peligros de la democracia. Fue el "demos" el que condenó a muerte a Sócrates. Entiéndaseme bien, parto de que la democracia es el mal menor dentro de las posibles formas de gobierno. Y digo mal menor, porque todo lo idílico que puede llegar a ser que el poder esté en el pueblo, lo es de arriesgado.Aristóteles y Platón advierten la gran capacidad de la democracia para degenerarse y perder su esencia, tanta es esta capacidad como la que tiene la sociedad para perder y abandonar sus valores por otros que traen los "nuevos tiempos". Por ello, lo único que nos asegura un buen funcionamiento democrático es la educación. "He aquí los frutos de la educación", decía un maestro mio, el problema viene nos porque es un pez que se muerde la cola. ¿Quién dictamina las leyes educativas? Los políticos, los que menos interés tienen en que el pueblo esté bien preparado. Pero bueno, esto ya lo dejaremos para otra ocasión. Confiemos en que la democracia que nos rige empiece a cambiar con Obama. Yes we can!
J.J.M.R.

jaralunas dijo...

Bienvenida sea siempre tu “pesadez” Juanjo, hay blogs que están repletos de comentarios, en el mío son escasos pero los pocos que hay brillan con luz propia.

La democracia es un mal menor, pero tiene unos matices preocupantes: Nadie se plantea seriamente el cambio, convencidos de estar viviendo en el “sistema perfecto” que garantiza nuestra libertad. Parece como si el votar cada cuatro años sea la distinción entre los pueblos bárbaros y los civilizados, y parece como si el “elegido” para representarnos tuviera patente de corso para, una vez pasado el trámite, hacer lo que le venga en gana: “El pueblo habló y me eligió a mí”.

Otro tema sería evaluar la supuesta sabiduría del pueblo para elegir a sus dirigentes. La historia está repleta de ejemplos negativos.