martes, 14 de abril de 2009

No soy monárquico

Para mí éste es un asunto claro desde la adolescencia. Hay otros planteamientos que el paso de los años ha ido modelando en mi conciencia, pero desde luego no el asunto de la monarquía. Porque yo no soy monárquico, no lo he sido nunca. No tengo simpatías hacia el Rey Juan Carlos, no sobrevaloro su figura, ni su forma de acceder al cargo, ni su formación, ni la trascendencia de sus actos durante las tres décadas largas de democracia. Creo que en una sociedad moderna no tiene cabida la figura de un monarca. Creo que carece de sentido pensar que una cualidad pueda ser heredada de una generación a otra. No dudo de la formación del príncipe Felipe, ni de sus buenas intenciones, lo que no comparto es que aunque no tuviera esa formación, ni esas buenas intenciones, sería igualmente el heredero de la corona, es decir el futuro Jefe del Estado. Eso sería inasumible en cualquier otro ámbito social, empresarial o político.

Los reyes antiguos, que capitaneaban las tropas, tomaban decisiones transcendentales y se jugaban su cargo, o incluso su vida, en cada una de ellas, eran otra cosa. Algo más parecido a un héroe. Pero éstos que vinieron después, en poco se parecían a sus antecesores y no en pocas ocasiones vendieron a la patria por permanecer en el trono.

No creo en los privilegios de cuna, creo que todos los individuos que nacen han de tener los mismos derechos, y que debe ascender aquel que tenga más cualidades y lo merezca. La historia está repleta de ejemplos que destruyen el mito de los linajes, me resulta anacrónico plantear la antigüedad de las familias, o la pureza de la sangre. Todos somos igual de antiguos y nuestra sangre es una mezcla de muchas sangres, afortunadamente.

El heredero del rey puede ser un buen rey, o no serlo. Ésa es la cuestión. Porque el cargo de monarca no se reelige, ni caduca.

Si me dan a elegir yo diría como Conan Doyle: prefiero que me gobiernen los héroes.

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