martes, 24 de febrero de 2009

Tarde de poemas

Hace poco más de un año falleció en Madrid el poeta Ángel González, desde entonces el mundo es mucho más feo. Ayer por la tarde, aprovechando que mis hijos estaban de vacaciones celebrando un carnaval que en mi ciudad no se celebra, estuve hablando con mi madre de poesía. Ella se había quedado anclada en los poemas de Bécquer o Machado, nada sabía de la poesía que hicieron los de su generación, los herederos de la guerra civil y la dictadura.

Yo llevaba dos libros, dos antologías poéticas: una de Ángel González y otra de José Hierro. Con cada poema que leíamos despacio, pausadamente, con detenimiento, el efecto que provocaba en ella y en mí era el mismo, un escalofrío que te hacía tiritar por dentro. Alguien, sin tantos remilgos estéticos como voy teniendo, diría que pasamos la tarde, mi madre y yo, estremecidos de belleza.
Os dejo un par de poemas, para abrir boca.


MUERTE EN EL OLVIDO (Ángel González)
Yo sé que existo
porque tu me imaginas.
Soy alto porque tú me crees alto,
y limpio
porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente,
y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie lo sepa.
Verán viva
mi carne,
pero será otro hombre-oscuro, torpe, malo- el que la habita...


VIDA (José Hierro)
Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.
Grito "Todo", y el eco dice "Nada"
Grito "Nada" y el eco dice "Todo"
Ahora sé que la nada lo era todo,
y todo era ceniza de la nada.
No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era nada)
Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada

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