lunes, 6 de julio de 2009

Dar la vuelta al mundo


Una de las características que definen el envejecimiento del espíritu es que perdemos nuestra capacidad de asombro. Por eso, siempre es reconfortante encontrarse con personas capaces de romper con lo establecido y que se dejan llevar por los sueños… hasta cumplirlos.

Durante nuestra estancia en Escocia, tuvimos la suerte de compartir algunas horas con una familia española que se encontraba, desde hace casi un año, realizando un viaje alrededor del mundo.

Y no se trataba de ninguna familia acaudalada y caprichosa, ni tampoco de una familia circense, ni hippy, ni underground, ni atolondrada. Era una familia normal. Un matrimonio relativamente joven, con dos hijas de 10 y 8 años, que habían comprendido la suerte de estar vivos en un mundo lleno de tantas posibilidades, de tantas cosas por ver, a menudo hermosas, como éste. Y llevaban 11 meses recorriéndolo: Estados Unidos, Centro América, Nueva Zelanda, Nepal, Sudáfrica, Argentina, Chile, La India, Australia, Japón, Escocia, Egipto… Su historia, su planteamiento y su itinerario podéis seguirlo desde su página web: http://www.nuestravueltaalmundo.com/

Yo se que un viaje de esas características, sobre todo con niños, lleva aparejado un coste, un peaje, un riesgo, que a muchos les puede resultar inasumible, como una gran locura, como un gesto inconsciente, casi egoísta. Pero cuando hablaba con Luis, cuando miraba a sus hijas, cuando me contaba el origen de su sueño, su determinación y su optimismo, todos los inconvenientes y nubarrones que yo mismo veía, desde este lado de Matrix, como él lo llamaba, se iban diluyendo, y en mi cabeza no dejaba de rondar aquella vieja frase que decía: Mejor morir que perder la vida.


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