domingo, 16 de noviembre de 2008

García Montero

Hacía 1991 andaba yo a la búsqueda de personas con las que hablar abiertamente de literatura, y fundamentalmente de poesía, fascinado como estaba por ese encuentro del que hablé en algún mensaje anterior.

Era un asiduo lector del suplemento cultural del ABC que se publicaba los viernes (ahora los sábados). Aquel suplemento era un magnífico escaparate de lo que se cocía en el ambiente cultural alejado de una ciudad provinciana, como la mía. Fue en esas hojas donde leí la convocatoria del premio de poesía Hiperión, supe de la leyenda que arrastraba, e incluso de la ubicación física de la librería que le daba nombre, y que se encontraba no muy lejos de la Puerta de Alcalá.

Aprovechando que mis tíos y mi abuela vivían en Madrid acudí aquella Navidad, vestido con un largo abrigo, a la librería en cuestión. En mi tierna ingenuidad, llevaba anotada la compra de varios libros: Obras completas de Neruda, Antología de Heine, de Oliverio Girondo y el Diario Cómplice de Luís García Montero.

Viene esto a colación de la polémica que ha surgido en la Universidad de Granada, por las luchas intestinas surgidas entre el poeta y otro profesor de la misma universidad. El resultado es que García Montero ha decidido apartarse voluntariamente de sus clases y abandonar la universidad.

Tuve la oportunidad de saludarle en persona durante un encuentro poético organizado por la UEX y en el que participaba su mujer: Almudena Grandes. Cuando estreché su mano, noté la mano cálida de un hombre que, sonriendo, era capaz de encontrar la belleza en lo que miraba.

Desde aquí mi apoyo absoluto hacia su persona, y mi admiración entregada hacia su obra. Sea donde sea el destino que le lleve, en ese barco quiero yo también ser pasajero.
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RECUERDA QUE TÚ EXISTES TAN SÓLO EN ESTE LIBRO...
Recuerda que tú existes tan sólo en este libro,
agradece tu vida a mis fantasmas,
a la pasión que pongo en cada verso
por recordar el aire que respiras,
la ropa que te pones y me quitas,
los taxis en que viajas cada noche,
sirena y corazón de los taxistas,
las copas que compartes por los bares
con las gentes que viven en sus barras.
Recuerda que yo espero al otro lado
de los tranvías cuando llegas tarde,
que, centinela incómodo, el teléfono
se convierte en un huésped sin noticias,
que hay un rumor vacío de ascensores
querellándose solos, convocando
mientras suben o bajan tu nostalgia.
Recuerda que mi reino son las dudas
de esta ciudad con prisa solamente,
y que la libertad, cisne terrible,
no es el ave nocturna de los sueños,
sí la complicidad, su mantenerse
herida por el sable que nos hace
sabemos personajes literarios,
mentiras de verdad, verdades de mentira.
Recuerda que yo existo porque existe este libro,
que puedo suicidarnos con romper una página.
Luis García Montero

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