lunes, 30 de marzo de 2009

La bailarina


Hace unos años, en una celebración, coincidí con una niña pequeña que me llamó la atención, a pesar de tener pocos años, se pasó la mayor parte de la fiesta bailando. Nada le importaba las miradas de los demás, ni lo que pensaban los que se movían alrededor de ella, su único objetivo consistía en interpretar con su cuerpo lo que la música le transmitía.

Algunos años después volví a coincidir con ella. Me sorprendió esta vez que en cuanto comenzaron las primeras notas del baile, la niña huyó del salón y se refugió en un sillón apartada de todos. Cuando pude me acerqué a ella y le pregunté por el motivo de su enfado. ¿Acaso ya no te gusta bailar? No – me respondió – dicen que bailo igual que un pato.

Ignoro quien fue el culpable de truncar su carrera de bailarina, de amarrar con complejos su niñez de antaño, de hacerla mayor y encadenarla a aquel asiento gris. Sólo sé que sus ojos tristes en nada se parecían a los que tenía cuando, unos años antes, giraba una y otra vez sobre sí misma, libre como una peonza agitada al viento.

jueves, 19 de marzo de 2009

El valor de las cosas

En la canción que incluyo en esta entrada, Facundo Cabral dice que lo importante no es el precio sino el valor de las cosas. Desde los veinte años, he dedicado muchas horas de mi vida a escribir, o a pensar sobre lo que quería escribir. Tuve columna propia en un periódico, sección propia en una revista y escribí algunos libros, en la inmensa mayoría de las ocasiones nunca recibí dinero a cambio, y las pocas veces que lo hice, normalmente fruto de algún premio, el importe fue tan escaso que ni siquiera vale la pena mencionarlo.

Si se pudiera medir la relación entre el esfuerzo de la escritura y el rendimiento económico recibido de ese esfuerzo, nos encontraríamos ante un negocio ruinoso. A pesar de todo, sigo escribiendo, incansable al desaliento, porque afortunadamente en la vida hay cosas más importantes que el dinero, circunstancias que le dan color a los días, experiencias que te hacen crecer por dentro, sentimientos que no se pueden comprar.

Sólo los escogidos pueden intentar vivir de esto. Nuestra sociedad no premia estas singularidades. En los colegios e institutos se minusvaloran las capacidades relacionadas con la literatura, la música, la danza y todo lo que tenga que ver con las Bellas Artes. Parece como si el objetivo pedagógico de nuestro sistema educativo sea convertir a todos los alumnos en futuros universitarios y, si es posible, que culminen el recorrido como profesores o catedráticos. Pero, ¿qué sucede si en el ciclo formativo hay un bailarín, un pintor, o un escritor en potencia? Sencillamente, que deberá seguir el camino marcado, porque el sistema no contempla el apoyo de ese tipo de “tareas menores”.

Y eso que, a pesar de todo, tengo la sensación de que a nuestro mundo le iría mucho mejor si hubiera más bailarines que economistas, más escultores que promotores urbanísticos y más poetas que políticos.

Mientras tanto uno se habitúa a la contradicción que supone ganar dinero por lo rutinario y fácil, como si se avergonzara de no saber distinguir, en realidad, el precio y el valor de las cosas.


domingo, 8 de marzo de 2009

Digan lo que digan

Comenta la gente que me conoce, que con el asunto de la crisis económica me he convertido en un absoluto pesimista; que más que ver la botella medio vacía la veo absolutamente vacía y que me estoy dejando influir demasiado por algunos blogs que, a menudo, rayan en lo apocalíptico.

Puede que tengan razón. Yo creo que nos estamos acercando a un suceso que va a cambiar nuestra forma de actuar e incluso de convivir, que va a alterar nuestra escala de valores, pero eso no tiene porqué ser necesariamente malo.

Es verdad que con los años he perdido totalmente la fe en los políticos, que no me fío de los periodistas, ni de los economistas, ni de los obispos. Es verdad que cada vez me resulta más incomprensible que mientras una parte del mundo vive en la abundancia otra se muera de hambre… pero yo tengo fe en el ser humano.

Yo creo que hay más gente buena que mala, y creo que esa gente algo tendrá que decir ante la situación que se avecina. Creo que nuestra sociedad es manifiestamente mejorable, que debe existir un modo de gobierno que esté por encima de la forma de entender la política que existe ahora, donde parece que sólo vale el quítate tú para que me ponga yo. Creo que se pueden hacer las cosas con sentido de la responsabilidad, sin corrupción. Creo que si todas las personas de buena fe nos pusiéramos de acuerdo y comprendiéramos el poder de esa unión, podríamos ser capaces de cambiar el mundo.

No soy pesimista. Yo creo en el hombre bueno.